UNA
HERENCIA PECULIAR
Alfredo
Picó llego a Barcelona para la lectura del testamento de un allegado lejano,
pariente éste de su padre, ya fallecido también, y que por lo visto había
dejado en herencia algo para él, de modo que viajo desde Londres, donde residía
hacía ya unos quince años. Era periodista y trabajaba en una revista de
investigación científica, tenía allí buenos amigos y un trabajo que le llenaba
y le hacía feliz.
Aquel
mismo día se puso en contacto con una de las hijas del finado para quedar para
ir a la notaría. La hija de su pariente se llamaba Natalia.
A
las nueve de la mañana se encontraron en el lugar donde habían acordado y se
dispusieron a ir hasta el notario. Alfredo le pregunto si tenía idea de porqué
su padre le había dejado algo en herencia y si sabía qué era exactamente, pero
ella le respondió que no tenía ni idea y que estaba tan sorprendida como él ,
aunque era cierto que su padre le hablaba muchísimo de él y de su familia.
Alfredo no salía de su asombro, y así llegaron al notario.
Éste procedió sin no
muchos preámbulos a la lectura del testamento y, para sorpresa de Alfredo,
Marcial, primo segundo de su padre, le había dejado un piso en un barrio de
Barcelona, más concretamente en el barrio de Sants. Las hijas del finado no
protestaron ya que a ellas también les dejo otros bienes y no tenían problema,
dado el cariño con que hablaba de Alfredo incluso en el testamento.
Alfredo
fue a visitar el piso al día siguiente, acompañado de Natalia. Cuando se
disponían a abrir la puerta del mismo,
salió el vecino de enfrente y les pregunto si iban a ver el piso, y todavía más
curioso, si querían comprar el mismo, a lo que Alfredo contestó que solo iba a
verlo ya que un familiar se lo había dejado en herencia. El vecino le contestó
que se pensara muy bien qué hacer con la propiedad, ya que en la casa habían muertos varias mujeres, todas ellas de
un ataque de risa. Alfredo y Natalia se quedaron con la boca abierta, y solo
atinaron a preguntar si habían oído bien y cómo lo sabía. El vecino les comentó
que, curiosamente, la noche anterior a las muertes se las oyó reír hasta
quedarse mudas.
Natalia
y Alfredo no obstante, no dejaron de ver el piso y desde luego no querían
reírse delante del vecino, sin embargo cuando salieron a la calle no pudieron
contener la risa aunque decidieron calmarse, porque no querían morir de un
ataque de risa. Alfredo desde luego pensaba hacer caso omiso a aquella
observación del vecino y decidió que iría a una inmobiliaria a la mañana
siguiente para poner el piso en venta y que ellos mismos se encargaran de todas
las gestiones, ya que el tenía que volver lo antes posible a Londres. Pero por
la noche no dejaba de darle vueltas: ¿cómo podían haber de un ataque de risa? ¡eso
era imposible!, pero como la curiosidad siempre le había podido, en vez de
periodista tenía que haber sido detective, decidió que iría a hablar con el
vecino aquella misma tarde para averiguar más.
Alfredo
obtuvo de la charla con el vecino los nombres de dos de las fallecidas, y pensó
en ir a visitar a algún familiar y así fue, los dos parientes de las señoras,
tanto el viudo de una de ellas como la hija de otra, le dijeron que el forense
había determinado que habían sufrido un infarto a causa de un ataque de risa.
Alfredo no se lo podía creer.
A
la mañana siguiente fue a contárselo a Natalia, le dijo que desde aquel momento
le cedía el piso y que él se volvía a Londres, no podía quedarse mucho más
tiempo, pero Natalia no accedió, de modo que fue a la inmobiliaria y lo dispuso todo para que pusieran en marcha
la venta del inmueble antes de regresar a Londres.
A
los dos años Alfredo volvió a Barcelona de viaje de turismo en compañía de su
mujer, ¡¡imaginaos quién era la misma!! Natalia y él fueron a ver al vecino del piso
que Alfredo heredó y éste les dijo que ya nadie vivía allí, después de la venta
lo tuvo otros tres ocupantes y las tres mujeres que vivieron allí fallecieron,
también de un ataque de risa. Se había extendido por el barrio la noticia de
que allí todas las mujeres fallecían, de modo que el piso estaba vacío, nadie
quería ni alquilarlo ni comprarlo. Alfredo y Natalia estuvieron tentados de adquirirlo
de nuevo, pero pensaron que mejor dejar las cosas como estaban y que quien lo
hubiera comprado fuera quién decidiera.
TERESA
ENERO
2016
Nos dejas con las ganas de saber qué paso, jeje. Me encantó, Tere, un beso enorme
ResponderEliminarentre tú y Josep me vaís a hacer que me intente una segunda parte de este relato, en fin igual me ánimo y lo hago. un beso enorme. TERESa.
EliminarYo ya sé cómo continúa la historia: Alfredo Picó cambió de empleo y se dedicó a la meteorología en Barcelona, donde se le conocía como Alfred Picó. Presentó el espacio de El Tiempo en la televisión catalana y desde entonces son los telespectadores los que se mueren de risa al ver sus fallidas previsiones.
ResponderEliminarMuy divertido este relato. Pero, hablando en serio, creo que merece una continuación.
Un abrazo.
Josep igual si la hay pero dejame que piense como hacerlo. un abrazo y muchas gracias por pasarte y qu ete haya gustado y comentar.
EliminarPodría pasar por real, Teresa. Si es ingenio tienes mucho ;-)
ResponderEliminarBesos
Ayyyy qué intriga, yo también te animo a una segunda parte. Un besito.
ResponderEliminarYo también me quedé super intrigada. Pero de todos modos, me he divertido y entretenido tanto que me ha quedado muy a gusto. Eso sí, también espero la segunda entrega.
ResponderEliminarUn besito, Teresa
Pues la intriga está servida yo quiero saber que puede pasar en ese pico. Has dejado el relato abierto jajaja "me muero de la risa" Un abrazo
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