El post de mi buena amiga Chari, en una de sus entradas, ha hablado
de la merienda, y me ha hecho recordar las meriendas que yo me hacía de
pequeña, me ha renacido la nostalgia y las ganas de comerme eso sí, aunque
claro a las doce de la mañana como que no pega jeje, un bollo con una onza de
chocolate o una rica berlina.
Me acuerdo perfectamente como salíamos del colegio a las cinco de la tarde
en el autobús, que un día os tengo que relatar cómo eran los autobuses de mi
cole, vamos antiguos antiguos antiguos, uf como una tartana, eso si los
choferes eran muy majos y las cuidadoras también, además iban profesoras del
cole en el mismo y había que comportarse, era muy divertido bajar en autobús, jeje,
Bueno a lo que iba que me desvió del tema y no puede ser jijee.
Venia mi madre a la parada del autobús a recogernos a mi hermana y a mí, parábamos
muy cerca de casa y cerca de esta, había un horno obrador, de esos de antaño,
de los que ya no quedan, porque ya no se va por la calle oliendo a pan recién
horneado, cosas que si recuerdo perfectamente de niña e adolescente inclusive y
lo rico que estaba el pan y recién calentito, ahora no, ahora las panificadoras
industriales que hacen el pan congelado lo distribuyen en las panaderías y cafeterías
han hecho que ya casi nadie tenga horno son pocas las panaderías que tengan
horno propio por lo menos en Alicante. El horno se llamaba la Esperanza, y tenía
de todo, y cuando digo de todo de todo y casero, olía a gloria cada vez que
entrabas. Te daban ganas viendo el mostrador de llevarte absolutamente todo,
magdalenas, bollos, berlinas, palmeras, y un etc. y todo casero, que bueno
estaba todo.
Yo variaba alguna tarde me comía un bollo con una rica onza de chocolate lo
que disfrutaba y otras me comía una rica berlina con crema que estaba
deliciosa, otras veces mi madre nos llevaba un pedazo de pan con una onza de
chocolate, y otras nos compraba alguna palmera con chocolate. Lo que disfrutábamos
con la merienda, de verdad la merienda de niña la recuerdo con mucho cariño y
nostalgia porque la disfrutaba porque sabía tan natural todo, y estaba tan
rico, pero lo que pasa que por lo visto nadie de la familia que llevaba aquel
horno donde hacia todo tan rico cerro hace muchos años y jamás he vuelto a
comer una bollería tan buena como aquella, y lo que daría por volver a comerme
aquellas berlinas o aquellos cruasanes o ensaimadas tan ricas, eso sí para
ensaimadas, las de la Mallorquina en la calle mayor, que eran las mejores, eso sí
caras, pero estaban deliciosas, otro establecimiento que por desgracia también ha
desaparecido. En fin el pasado es el pasado y afortunadamente quedan grabadas
en nuestra memoria los sabores de que aquella merienda que tan de niñas nos hacía
tan felices y duraba nada porque te lo zampabas enseguida pero aquel rato era
uno de los ratos más agradables del día.
¡¡¡Qué rica la bollería del horno La Esperanza!!! Yo también iba de vez en cuando con mi tía o con mi abuela, a mi me encantaban las ensaimadas, qué hambre me entra sólo de pensarlo.
ResponderEliminarLas de La Mallorquina estaban riquísimas, pero como tú dices eran más caras, y nosotros éramos cuatro hermanos muy golosos, jeje.
Me ha encantado esta entrada tan evocadora. Me alegra que tengamos sitios comunes en nuestra infancia, son recuerdos que no se pierden.
Mil besos
A mi también me alegra mucho que tengamos sitios comunes de nuestra infancia. muacks tere
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