Si me lo permitís se lo quiero dedicar a mi amiga Chari por su ayuda y amistad incondicional, va por ti guapa, es un verdadero lujo contar con tu amistad.
¿DONDE ESTÁ EL NUMERO TRECE?
Juan tenía que ir a la calle Velázquez y más concretamente al número trece,
y con lo supersticioso que era, no quería ni pensarlo, pero allí se encontraba
el estudio de un detective privado al cual necesitaba ver con cierta urgencia,
ya que si no lo hacía perdería a la que era su mujer. Si no se equivocaban los
rumores que le llegaban tenía un amante, cosa que él del todo no se creía
porque se conocían desde niños, se habían enamorado después y hasta la fecha no
había habido ninguno tipo de problema, es más en su convivencia todo funcionaba
a las mil maravillas, de modo que era imposible que Marta le estuviera, como
coloquialmente se suele decir “poniéndole los cuernos”.
Se dirigió aquella mañana hacia la calle Velázquez, pero por si acaso era
visto por algún conocido de él o su mujer, lo hizo en taxi para no levantar
muchas sospechas, a nadie le importaba, si iba a visitar a un maldito detective
privado.
Hizo parar al taxista al principio de la calle, le gustaba pasear y aquella
calle parecía muy agradable. Subió calle arriba, y pensó que muy lejos no
andaría el número trece, pero cuando paso por primera vez no lo veía por ningún
sitio, los números pasaban del doce al catorce. No podía ser, pensó que lo
habría entendido mal y llamo al detective pero no le cogía el teléfono, de modo
que decidió preguntar a algún vecino.
Los parroquianos que había en un bar próximo le dijeron que era el solar
que tenía frente a él, que debía de haberse confundido y que no lo habían
construido porque los herederos no se ponían de acuerdo. Además en aquel
edificio habían pasado unas cosas terribles que preferían no mencionar.
Volvió a llamar al detective, y esta vez sí que le cogió el teléfono. Le
dijo que él no había hablado con él, que no le había dado nunca semejante
dirección y que si quería verle, tendría que ser cuando volviera de
viaje, que sería al principio de la semana próxima y que le daría la dirección
correcta.
Se quedó perplejo, no podía creer que el detective le hubiera dado semejante
contestación. Estaba seguro que había hablado con él y que aquella era la
dirección correcta.
Dejo pasar unos días, y al cabo de una semana, volvió a llamar al detective
pero cuando su ayudante le dio la dirección se quedó atónito, esta vez era la
Plaza de San Martín número trece. Esa misma tarde se dirigió a la plaza y busco
el número pero le volvió a pasar lo mismo que en la ocasión
anterior. Estaba alucinado. Pensó que aquello era muy extraño y se dirigió al
colegio de detectives para averiguar si el hombre con el que había hablado era
colegiado y cuál era su dirección. ¡Cuál fue su sorpresa al descubrir que aquel
detective no existía, no estaba colegiado en ningún sitio! Todo cada vez se
volvía más extraño.
Había llegado la hora de hablar con la persona que le había recomendado el
detective dichoso, y ese era ni más ni menos que su socio en el bufete de
abogados, Damián. Y cuando hablo con él, este le dijo para su sorpresa que
jamás había mantenido conversación alguna sobre su mujer y una posible
infidelidad, y mucho menos le había recomendado un detective ¿de dónde demonios
se había sacado todo aquello? No lo podía creer ¿tendría algún tipo de
trastorno transitorio que le hacía aquella jugarreta?
Pero mira tú por donde por la noche, soñó que se dirigía a la calle
Velázquez número trece, encontró el edificio, y por supuesto el despacho
detective en dicho número. Se despertó sobresaltado, no podía ser, su pesadilla
real la tenía ahora transformada en sueño, se estaba volviendo loco. Su mujer
trató de tranquilizarlo y cuando lo consiguió le contó lo que le ocurría y esta
se rió a carcajada limpia pero cuando vio la cara de espanto de él dejo
de hacerlo y le dijo que jamás se le ocurría ponerle los cuernos, lo amaba
demasiado para eso, aquello solo era un maldito sueño, que le perseguía, y que
simplemente no sabía porque le había trastornado tanto.
Así fue como poco a poco Juan fue volviendo a la normalidad y jamás volvió
a soñar ni con aquellas direcciones, ni con un detective y su vida volvió a la
normalidad.
Un día al salir del trabajo se dio
cuenta de que se había dejado el móvil en el despacho, así que regresó y ¡que
casualidad! Allí estaban su socio y su mujer, no precisamente manteniendo una
conversación cordial. Desde entonces supo que aquello que le atormentaba no fue
fruto ni de un maldito sueño ni de un trastorno transitorio, si no de que ellos
dos hicieron lo posible para que jamás los descubriera.
Como es lógico Juan se divorció y se marchó de la ciudad y consiguió
empezar una nueva vida en otro lugar.
MARIA TERESA
SEPTIEMBRE DEL 2015
Ha quedado muy chulo, gracias por dedicármelo!!!
ResponderEliminarOstras q buen relato,q intriga tiene
ResponderEliminarAmapola