EL OTRO MARTES Y TRECE
Lorena cuando llegaba un martes y trece le tenia sin cuidado, decía que vaya chorrada, que aquello de las supersticiones para otro, que con ella no iba, y esa era su cantinela a todo el que conocía cuando llegaba un día como este.
Pero aquel Martes y trece iba a ser distinto, su visión del día iba a cambiar por completo.
La noche anterior, llego tarde a casa después de un dia de cumpleaños interminable y especial,porque lo habían hecho de romería y en el campo, a ella lo de la romería no le atraía mucho pero la carne a la brasa y el arroz a leña si, jeje, por eso se apuntaba todos los años, y como todos los años llegaba rendida después de andar y andar por el campo. Tanto cansancio tenia que se pego una ducha y se echo en la cama y se quedo dormida, tanto que se olvido de poner el despertador, de modo que a la mañana siguiente se despertó con media hora de retraso, mal habíamos comenzado el día, solo esperaba que fuera aquel una pequeña anécdota, un pequeño incidente en aquel comienzo del martes y trece.
Para su desgracia, no sería lo único que le ocurriría a lorena. Como ya llevaba retraso para llegar a la oficina, pensó en coger ese martes un camino diferente, y que al mismo tiempo le haría acortar la distancia con la oficina, le apetecía aquella mañana, pero que casualidad, que aquella calle estaba en obras y tuvo que dar un gran rodeo hasta poder llegar a la oficina, con lo cuál tuvo que llamar para decir que llegaría tarde y aquello le fastidiaba porque no le gustaba llegar tarde a ningún sitio, y esa norma estaba incluida su oficina. Desde que trabajaba como abogada con su primo pocas habían sido las veces que había llegado tarde, lo pensaba mientras que trataba de buscar aparcamiento, pero le costo encontrar un hueco, sin duda pensaba que aquel no estaba siendo un buen día, la verdad, y esperaba por su bien que cambiara porque hasta ahora ningún martes y trece le había ocurrido nada semejante, con lo cual no perdía la esperanza de que aquello cambiara.
Mira por donde, sumo sin darse cuenta otro pequeño percance en aquel martes. Cuando salió de la oficina para ir al juzgado, busco y busco en el bolso las malditas llaves pero no encontraba por mucho que buscaba, de modo que subió a la oficina y busco en el despacho pero no las encontró por ningún sitio, de modo que solo cabía la posibilidad de que se las hubiera dejado en el despacho de su primo pero tampoco, no lo entendía, creía recordar que había cerrado el coche y por tanto tenia que tener las llaves pero no era así de modo que solo tenia una opción pedirle el coche a su primo y esperaba que la respuesta fuera afirmativa como de hecho lo fue.
Estaba de los nervios, solo eran las once de la mañana y le habían ocurrido ya no sabía cuantos percances, de modo que aquel martes y trece, bueno lo que se dice bueno no lo era y eso le llenaba de rabia, porque hasta ahora no le hacia caso a este día.
Cuando llegó al juzgado, aquello era un caos, por lo visto el sistema informático se había venido abajo y aquello era un desastre, fue a informarse y sus dos juicios habían sido suspendidos, de modo que con las mismas se dio media vuelta y se volvió a la oficina, pensó que no había mal que por bien no venga, ya que tenia trabajo atrasado y seria el momento de ponerse al día. Pero no pudo llegar, porque su sobrina le había dado una apendicitis y su hermana la necesitaba de modo que le era imposible, llamo a su primo y marcho al hospital, madre mía menudo día estaba teniendo.
Por la tarde tenia una cita ineludible, con un periodista que iba al día siguiente a hacer un reportaje de su despacho para una revista jurídica, de modo que como su sobrina había despertado de la anestesia y todo estaba bien, se marcho al despacho, pero cuando llego la cita había sido suspendida ya que al periodista en cuestión había tenido un percance con su coche y le era imposible llegar y lo dejarían para el dia siguiente y plantificarían todo por la mañana temprano. "que caos de dia" pensó.
A las ocho salió de la oficina, cansada, estresada y nerviosa, pero curioso cuando iba a salir del despacho se dio cuenta de que las llaves de su coche, las tenia alcance de la vista, ¿como no las había visto por la mañana? no se lo explicaba. De modo que con estas en la mano se dirigió al coche, solo pensaba en llegar a casa, tomarse un baño, en el cual se había propuesto tirarse un buen rato, se lo tenia merecido, una buena cena, y a dormir y esperar que el día siguiente fuera todo mucho mejor y poder decir con alivio que ya paso el martes y trece, por fin.
Si, que va, para su sorpresa, se encontró con las dos ruedas traseras, no una si no dos, pinchadas, maldición, ¿le podía pasar algo mas? maldijo aquel martes y trece con un grito, tanto que una pareja que pasaba por allí y algún que otro transeúnte se asustaron y se acercaron a preguntarle que le pasaba, y ella exclamo que había tenido un día lleno de percances y que aquello era ya lo que colmaba a aquel día, ¿que mas le podía pasar?. El chico se ofrecio a cambiarle las ruedas y ella acepto, no sabia como agradecerselo. Después puso por fin rumbo a casa, y como tenia previsto y sin ningún contratiempo mas, se dispuso a meterse en la bañera, pero descolgó el teléfono y que mal, era su madre, la cuál la tuvo al teléfono mas de una hora. Cuando colgó solo pensó me voy a a la cama a dormir que no quiero saber nada mas del mundo hasta mañana y así lo hizo.
Y ahora os cuento un secreto, todo es fruto de un maldito sueño que Lorena, nuestra protagonista tuvo mientras que dormía la noche del lunes doce al martes trece, de modo que nada de lo que aquí ocurre tiene que ver con la realidad, para ella fue un día redondo y pudo comprobar una vez mas como con ella no iba a aquello de la superstición y no habían martes y trece que pudieran con ella, eso si, pensó que ojala la próxima noche no tuviera un sueño tan estresante, no había dormido nada bien.
TERESA
OCTUBRE 2015
Si tanto pensaba en que era Martes y 13... algo de supersticiosa sí sería, ya lo creo. Que risa.
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