VOCES EN EL BOSQUE
Joan se
preparaba para el invierno, cortaba troncos con su motosierra y los cargaba en
una carretilla para almacenarla en un habitáculo preparado para ello, allí la
conservaba todo el año y la iba cogiendo según le iba haciendo falta.
Un día
mientras recogía la leña escuchó voces, no sabia bien de dónde provenían y
parecía que estaban manteniendo una conversación: hablaban de lo trágico de su
muerte, de la vida que tenían sus hijos y, sobre todo, de lo duro que les
resultaba estar en aquel bosque rodeado de pinos pasando frío en invierno y
mucho calor en verano… pero ciertamente así lo habían dispuesto sus hijos.
Ellos creían que, ya que habían vivido tan a gusto en el campo, sería bonito
que reposaran allí sus restos mortales.
Joan no dejaba
de preguntarse si aquellas voces serian fruto de su imaginación o se estaría
volviendo loco, pero entonces recordó que hace poco se habían esparcido unas
cenizas por allí y esas voces provendrían de ellas. Si lo contaba le tomarían
por loco, de modo que decidió mantenerlo en secreto. Siguió cortando la madera
pero estaba deseando acabar con aquella maldita tarea para dejar de tener
miedo.
Un día decidió
ser valiente y al empezar a escuchar las voces intentó ver si le escuchaban… ¡y
sí lo hacían! Mantuvo durante días una conversación con aquellos muertos, una
conversación sobre la vida, los hijos, la casa. También le dijeron cómo debia
que recoger la leña y qué árboles tenían mejor madera… ¡y hasta algún chiste
que otro le contaron! Era surrealista pero así fue como sucedió.
Pero una
mañana, cuando ya no le quedaba casi
leña por recoger, se extrañó pues no escuchó voz alguna. Pensó que quizá los
había asustado y habían desaparecido, pero cuando estaba a punto de recoger
todo el material escuchó de nuevo sus voces, que le dijeron adiós. El les
respondió despidiéndose, deseándoles que les fuera bien y prometiendo que, de
vez en cuando, iría a visitarles.
Aquel episodio
le bastó a Joan para dejar de sentir miedo, durante el resto de su vida, a los muertos o a la
muerte. Cada año, mientras recogía leña, mantenía una conversación con esas
voces, que llegaron a convertirse en auténticos compañeros, y se llevó el
secreto a la tumba. Tan unido se sentía a ellas que pidió que, cuando
falleciera, se esparcieran sus cenizas en el mismo lugar. Joan pensó que más
vale estar entre amigos, pues no sabe nunca uno con lo que va a encontrarse.
TERESA
OCTUBRE 2015
Un tema muy de octubre... fieles difuntos, Halloween... curiosa forma de enfocarlo, ya sabes que me ha gustado. Un besote
ResponderEliminarun besote y millones de gracias.
Eliminarun besote y millones de gracias.
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